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Nací una estruendosa noche de noviembre, según mi madre. Tal vez por eso fui un niño feliz: aquella noche no había luna, tronaba, pero ella me enseñó a amar cualquier cosa que formara parte de nuestra existencia.

miércoles, 15 de octubre de 2008

En un bar mágico

Tengo un cigarrillo en la boca. Le sacan una tarjeta amarilla a Pujol. ¡Dios, no es justo!, se lleva las manos a la cabeza el hombre peludo que tengo al lado. Pido otra caña. El bar es oscuro, humoso, lleno de tipos peludos. Son siluetas negras, mueven los brazos como sombras en la pared. ¡Dios, no es justo!, digo yo. Y Dios, con su mano peluda, me da fuego. 

2 comentarios:

strongboli dijo...

Para hacer de predicador, no te iría mejor montar un programa en la tele? En Telemadrid seguro que te aceptarían, tendrías mucho éxito, recaudarías montones de billetes para la causa divina (o sea, tu bolsillo) y Dios te amaría un montón, y cuando te murieras (Él no lo quiera!) te sentaría a su vera, a su verita vera.
Ánimo, profeta.

Amigo dijo...

Qué dios te bendiga, Strongboli. Dios también ama a los necios.