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Nací una estruendosa noche de noviembre, según mi madre. Tal vez por eso fui un niño feliz: aquella noche no había luna, tronaba, pero ella me enseñó a amar cualquier cosa que formara parte de nuestra existencia.

viernes, 24 de octubre de 2008

Amor, lujuria, visita

He bailado toda la noche con una mujer formidable. Sus ojos negros eran dos pozos que incitaban al amor. ¿O era a la lujuria? No lo sé. Hacia lo alto huyeron mis gemidos mientras su risa sobrevolaba mis orejas, mi sudor. Luego, llamaron a la puerta. Era el botones. ¿Qué quiere?, le pregunté, cubriéndome con la sábana. Ante mi sorpresa, el hombre -que se anunció como testigo de Jehová- me tendió una biblia.

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