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Nací una estruendosa noche de noviembre, según mi madre. Tal vez por eso fui un niño feliz: aquella noche no había luna, tronaba, pero ella me enseñó a amar cualquier cosa que formara parte de nuestra existencia.

viernes, 17 de octubre de 2008

Dolor de cabeza

Despierto con el mismo dolor de cabeza de siempre. Busco agua como un náufrago recién llegado a una playa desértica. De los grifos no cae ni una gota. Los obreros siguen taladrando. Ingiero la aspirina con una cocacola y me siento mal, demasiado mal. Dolor moral. ¿De qué me arrepiento? De haber tenido miedo, de haber pensado que Dios iba a ser capaz de dejarme sin aspirina, sin el líquido marrón con que la digiero. Amén.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hablar de Dios es algo muy delicado. ¿Estás seguro que este es tu camino?

Amigo dijo...

Gracias, amigas. En efecto, es algo muy delicado y no estoy seguro de que este sea mi camino. Creo que la seguridad sólo se obtiene en la Verdad de Dios, no en el camino hacia esa Verdad. Saludos cordiales.